Viernes once de agosto del dos mil diecisiete, San Andrés isla, playa de San Luis, 11:30 a. m., treinta °C, cielo absolutamente despejado, la mar estaba sosiega.
En mi mano izquierda, la prensa del día; en la derecha, un coco recién bajado de la palma, lleno de agua fresca y dulce. Todavía no lo he ‘envenenado’ con un chorrito de ron, como aprendi en el curso de barman del instituto argentino de cocteleria, pues no es la ‘hora Collazos’, la que tenía por ley el querido escritor Óscar Collazos, quien afirmaba que tomarse una gota de licor ya antes de las doce era síntoma de alcoholismo. Conque espero paciente a que llegue el mediodía, para eludir el complejo.
Abro las noticias y gran sorpresa me llevo al leer que el coco en San Andrés se halla en vías de extinción y, por consiguiente, con la intención de eludir su desabastecimiento, se prohíbe la venta de bebidas que lo usen como recipiente. Miro de reojo al mío y me siento no solo como una delincuente, sino más bien además de esto con la culpa que debe cargar quien se come un oso panda o bien cualquier especie en riesgo. Mas la alarmante nueva prosigue, en tanto que asevera que con esta medida se van a dejar de vender los cocteles coco desquiciado, marca por antonomasia de la isla, un golpe a la tradición y cultura de este departamento colombiano. Un coco orate sin coco no existe.
Mas prosigo pensando, mientras que impaciente veo el reloj por el hecho de que ahora sí que necesito tomar algo más fuerte, si no hay coco, ¿qué ocurre entonces con las recetas y preparaciones propias de San Andrés? Sin ir lejísimos miremos el rondón, esa sopa rica, gustosa, que tiene como base mariscos, moluscos, pescado, cerdo, tubérculos, yerbas y, como gran protagonista, adivinen: puesto que el coco. No deseo ni imaginar que ahora el paisaje de las cocinas no va a ser de hombres y mujeres rallando coco fresco para extraer su leche, presionando contra un cedazo, sino vamos a ver la triste imagen de montones de latas importadas con ‘leche de coco’ para hacer todos y cada uno de los platillos que son parte de la historia gastronómica de la isla.
No comprendo nada. ¿Por qué razón en vez de llegar a los extremos de la prohibición no hubo prevención, más siembra de palmas, educación y concientización del inconveniente tan grande que se venía? Afirman que las multas que se van a cobrar van a ser usadas para invertir nuevamente en la tecnificación de la producción del coco; claramente este es el planeta del revés. Yo lo que veo es una profunda ceguera y falta de planificación, que es muy grave hablando en términos gastronómicos y culturales. Esperemos se pueda localizar una solución. Vuelvo a mirar el reloj y al fin son las doce, ¡salud!
De postre: Guerrero, Cía. de Emparedados, muy, muy ricos y artesanales, dirigido por el chef argentino Francisco del Val (carrera nueve.ª n.° sesenta y nueve-diez).